No es lo mismo ir a una Serie del Caribe con el furor de haber ganado un séptimo juego, como lo hicieron los venezolanos en su serie final, que visitar el clásico después de una serie final tan deslucida. El Licey no tiene culpa de esto, que se sepa, la culpa habrea de buscarse en otro lugar, entre los que permitieron que pasasen los eventos que dieron al traste con lo que para mí fue la mejor serie regular de la historia, con un Escogido jugando hasta el último día y unas Estrella Orientales que, a pesar de estar eliminadas, mostraron vergüenza deportiva. Con una serie semifinal en la que los Toros fueron a un partido de desempate, preámbulo de la que debió ser la mejor serie final de la historia.
Con el ánimo en el suelo por la desastrosa culminación, sin la adrenalina de vencer lo invencible, el Licey no podía llegar a ninguna parte.
viernes, 6 de febrero de 2009
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